LO QUE SIEMPRE QUISISTE SABER 1X29

ME PILLÓ POR SORPRESA QUE ME DEJARA

Frío e insípido es el consuelo si no va envuelto en algún remedio.

No es infrecuente que, cuando se termina una relación de pareja, alguno de los ex-integrantes de la misma no tenga muy claro qué es lo que ha sucedido para haber llegado hasta esa situación y se hace de cruces.

Sin embargo, apostaría a que, en la mayoría de ocasiones, no se ha llegado hasta la ruptura de una forma brusca, siendo muchos los avisos previos que seguro que se han emitido.

Lo que pasa es que los signos de alarma no siempre son percibidos; o no siempre son interpretados como tales.

Por eso, quiero darte una serie de señales para que estés alerta a ellos de cara a prevenir una ruptura; o para que puedas interpretar mejor algún episodio de ruptura previo.


  1. 1. Tu pareja deja de compartir contigo actividades que antes disfrutaba a tu lado. Y no me estoy refiriendo a las actividades que forman parte del espacio personal (fuera de la pareja) que todo el mundo debería de tener. Me refiero a los espacios comunes.

  • 2. Las llamadas habituales se empiezan a espaciar y puedes percibir cierta frialdad en sus contestaciones. Incluso, puede que al darte cuenta de esto le hayas preguntado si le sucedía algo y hayas obtenido un “no” (aún más frío) por respuesta. Permíteme decirte que esa pregunta es demasiado cerrada y, con el “no”, tu pareja te quiere hacer ver que deberías de haberte dado cuenta de que sí que está sucediendo algo sin tener que preguntarlo. Yo te recomendaría que le dijeras una frase como ésta: “aunque me estás diciendo que no, percibo que algo más está sucediendo; discúlpame si no consigo ver claro lo que está pasando. ¿Qué te parece si me siento y hablamos sobre ello? Estaré encantado de escucharte con atención”. Evita que los espacios de silencio y las respuestas monosilábicas se vayan ampliando porque será más difícil retomar la conversación.


  • 3. Tarda mucho más tiempo en contestar los mensajes de “WhatsApp” o los mails. Si esto sucede, puede ser un buen momento para sentarse y aclarar ciertas cosas.


  • 4. Se opone frontalmente a todos tus proyectos o, simplemente, los minusvalora. Esas opiniones contrarias te van a ir restando y minando tu autoestima, ¡cuidado!


  • 5. Habéis perdido iniciativa para compartir intimidad. Suelo decir que una pareja sin sexo no es una pareja sino compañeros de piso que comparten hipoteca y facturas hasta que dejan de serlo. Hay otras cosas que son muy importantes en la pareja, pero lo que diferencia esta relación de las demás es el sexo.


  • 6. Uno de los miembros de la pareja está tomando las riendas mientras que el otro miembro asume que las cosas se solucionarán. Las cosas no se solucionan solas. Si no se pone una solución, el problema se amplificará. Si esto es así, puede que esa pareja necesite la ayuda de un profesional: un experto en terapia de pareja que pueda ayudarlos a reconducir la situación.


  • 7. Tu pareja (o tú) mide cada palabra y controla cada gesto para evitar tener una pelea. Las parejas no deberían de discutir con frecuencia. Por eso, si el tiempo de discusiones supera al de los momentos chulos en pareja, puede ser el momento de tomar alguna decisión al respecto.


Quiero contarte un cuento para terminar. Me gustaría que reflexionaras acerca de con qué personaje te ves más reflejado en este momento actual, si has sido alguno de ellos en algún momento del pasado y a quién de ellos quieres parecerte en el futuro.

El cuento se titula “Arturo y Clementina”. Y dice así:


Arturo y Clementina eran dos jóvenes y hermosas tortugas que se encontraron en un lago y se enamoraron.

Clementina era vivaz y curiosa; siempre quería viajar y descubrir cosas nuevas. Arturo era una tortuga más anclada a la tierra.

Tanto se enamoraron que decidieron casarse.

Clementina siempre tenía planes para los dos. En cambio, Arturo siempre le decía “ya veremos, poco a poco”. 

De esta manera, Clementina empezó a quedarse en casa, recogiendo lo que estaba tirado. Mientras, Arturo decidió que él sería el que se dedicaría a ganar el sustento de ambos. No fue una decisión consensuada sino que fue tomada de forma unilateral por él.

Todos los días, Arturo, al llegar cansado de trabajar le preguntaba a Clementina cómo había pasado el día.

Ella siempre le contestaba que estaba aburrida y sin saber qué hacer.

Arturo se indignaba y le reprochaba que se aburriese estando todo el día en casa, con la de cosas que había por hacer.

Un buen día, Clemetina le dijo a Arturo: “He estado pensando que, como paso tanto tiempo sola, puedo aprender a tocar la flauta”.

Arturo la miró con desdén y le contestó: “¿pero quién eres tú para poder tocar una flauta? No tienes sentido del ritmo y nunca podrá aprender. Seguro que con lo despistada que eres, terminas perdiéndola”.

Clementina, avergonzada, asumió como verdad lo que Arturo le había dicho y se quedó de nuevo aburrida en casa. Cada vez estaba más callada y no expresaba lo que sentía o pensaba. No quería meter la pata y dar pie a que Arturo pensara que tenía una esposa muy tonta.

Al día siguiente, Arturo le trajo a Clementina un gran gramófono y le dijo: “he pensado que, como te aburres mucho, te he traído este gramófono para que lo tengas dentro de tu caparazón y puedas escucharlo cuando quieras”.

Clementina no entendía muy bien por qué podía tener un gramófono y no una flauta pero, como Arturo era mucho más inteligente que ella, no lo discutió. Cada vez que se sentía aburrida, escuchaba el gramófono y lo limpiaba, hasta que llegaba un momento en que no sabía qué más hacer.

Unos días más tarde se atrevió a decirle a Arturo: “mira, he decidido que quiero pintar todas estas cosas tan bellas que habitan en nuestro lago”. Arturo le respondió: “pero si tú no sabes pintar. ¿No te das cuenta de que no podrás hacerlo?”.

Clemetina bajó la cabeza y pensó para sí misma: “al final va a pensar que soy tonta del todo. No voy a comentar nunca nada más”.

Arturo, que se había sentido culpable por lo que le había dicho a Clementina, le compró un cuadro a un amigo pintor: “he pensado que, como quieres ver esos colores tan bonitos, te he traído este cuadro para que lo disfrutes. Guárdalo en tu caparazón y podrás verlo siempre que quieras”.

Pasaron los días y Clementina iba sumando cosas dentro de su caparazón. Llegó un momento en el que ya no le cabían más cosas así que Arturo pensó en construir un segundo piso sobre el caparazón de Clementina. De esta manera, podría seguir acumulando las cosas que le traía.

Pasaron los años y el caparazón de Clementina parecía un rascacielos de tantos pisos como le añadió Arturo. Tenía tanto peso encima que era incapaz de moverse tan siquiera.

Un buen día, Clementina decidió salirse un poco del caparazón y se fue a dar un paseo dejando todos los trastos dentro. Ese pequeño viaje le llenó de tanta vitalidad que comenzó a repetirlo con asiduidad.

Arturo veía cada día más feliz a Clementina pero no sabía a qué se debía porque Clementina no le contaba nada acerca de sus paseos, que cada vez eran más largos.

Tanto es así, que un día alargó tanto el paseo que no volvió a casa.

Arturo, desdichado al ver que Clementina se había largado dejando atrás el caparazón lleno con sus regalos, se quejaba a cualquier conocido que veía: “no sé qué quería esa desgraciada. Le he dado de todo: una casa, objetos bellos, de todo. Y, aún así, se ha ido y me ha abandonado”.

Arturo, desde su posición de víctima, no entendía qué había ocurrido. En cambio, Clementina siguió viajando. 

Quizás, algún día y en algún lugar del mundo, veas una tortuga sin caparazón. Si es así, llámala por su nombre: Clementina.


Si te has reconocido en el personaje de Arturo, pienso que necesitas la ayuda de un terapeuta para que puedas trabajar contigo mismo en un primer momento; y para que puedas trabajar en pareja después.

Y si has sido Clementina en algún momento, te recomiendo que te perdones por todas esas veces que dejaste de creer en ti y dejaste de vivir la vida como la soñaste. Y recuerda: nunca es demasiado tarde para dejar el caparazón, NUNCA.

El momento de pedir ayuda es AHORA.

 
Muchas gracias por estar ahí, por acompañarme, por dar al “me gusta”, suscribirte al canal, por compartirlo con todas aquellas personas que pueda serles de utilidad y por recomendar nuestras formaciones.
Ya sabes que puedes encontrarme en rosamontana.com y en el correo rosa@rosamontana.com.
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Hasta pronto.

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