Se hizo visible ante la mirada de los presentes, alzó la voz y quiso recorrer cada rincón de sus entrañas.

Entre el eco de sus palabras arrancó las cadenas que la sujetaban, seduciendo al reflejo de su espejo y recordando que nada más sería lo mismo.

Había llegado el momento. Un botón. Sólo un botón le separaba de aquello que deseaba...

Su cuerpo anhelaba el sudor de la incertidumbre, el placer de lo prohibido.